LA CHALUPA
Brown
volvió en sí. Se sintió ligeramente desconcertado, hasta que vio el emblema de
la ISA sobre una portezuela de metal que tenía ante sí. La ISA es la Agencia
Espacial Internacional.
Examinó
el habitáculo y casi se sobresaltó al ver a otros siete ocupantes,
aproximadamente igual de desconcertados que él, y cuatro eran mujeres. Todos,
igual que él, flotaban ingrávidos usando sus manos para mantenerse medianamente
estables.
_ Vaya,
Brown, ya despertó – sonrió un joven rubio con acento ucraniano - ¿Recuerda
algo? Parece que la distorsión nos afectó neuronalmente.
_ Uff,
no mucho. ¿Esto es una chalupa de salvamento? – preguntó confuso.
_ Sí. Yo
soy Piotr – se presentó el joven, y señaló a sus compañeros – Valentina, John,
Miguel, Paula, Woo Li y Fiona.
_
¿Ustedes recuerdan algo? – preguntó a su vez.
_ Yo
recuerdo estar en un viaje entre la Tierra y Alfa del Centauro – dijo la chica
llamada Fiona, una nórdica esbelta, aunque los monos de trabajo de la agencia
que todos llevaban no eran ‘moda de París’. Lucía el parche de la Agencia Espacial Danesa.
_ Algo
salió mal. Yo recuerdo las alarmas. Luego nada – añadió Valentina, que llevaba
el escudo de la Roskosmos rusa (POCKOCMOC) y un acento a juego con él.
_ Está
claro que logramos ponernos a salvo. Somos ocho. ¿Alguien recuerda cuál era la
tripulación? – preguntó Miguel, un joven moreno de ojos inteligentes que
llevaba el parche de la Agencia Espacial Mexicana en su hombro.
_ Era de
unas treinta personas, y sé que había unas cinco chalupas como ésta por toda la
nave – aclaró Woo Li, una hermosa chica que lucía el emblema de la Agencia Espacial
China – Si han tenido suerte, estarán a salvo como nosotros…
_ Sí –
intervino John con tono sombrío – estarán a salvo en otro tiempo y otro lugar.
Viajábamos en una nave de motor Warp. Creo que la ‘pared blanca’ se nos vino
encima, invadiendo la burbuja estacionaria. Recuerdo las alarmas y haber
buscado una chalupa.
_ Si la
‘pared blanca’ invadió la burbuja, desde luego eso debió romper en dos la nave,
porque la pared blanca contrae el espacio tiempo, mientras que la pared oscura,
tras la popa de la nave, lo dilata, impulsando la burbuja – explicó Brown, más
para aclarar sus ideas que para los demás, que ya sabían todo eso. La ‘pared
blanca’ es la distorsión frontal, la contracción espacio temporal. Se llama así
porque aparece como un horizonte luminoso, mientras que la dilatación tras la
burbuja en la que se asienta la nave
aparece como un horizonte totalmente oscuro. Se debe a que la nave viaja más
deprisa que su propia imagen, más rápido que la luz y, por tanto, sólo la
negrura puede seguirla. Bueno, en realidad no es la nave la que viaja rápido,
sino la urdimbre espacio temporal. La nave propiamente dicha permanece
‘estacionaria’ en una burbuja mientras la ola creada por la distorsión fluye
arrastrándola consigo.
_ Si
cada mitad de la nave ocupó un espacio y un tiempo diferente, eso hace trizas
cualquier material – concluyó Piotr.
Por unos
instantes reinó un silencio casi sepulcral.
_ ¿Cómo
sabemos que fue la contracción temporal la que invadió la burbuja? ¿No pudo ser
al revés, la dilatación? – preguntó Valentina.
_ Sí,
pudo – respondió John - pero yo recuerdo estar dirigiéndome hacia el puente de
mando, en la proa. Claro que pudo
penetrar por detrás. Quizá sea así, tienes razón, Valentina. No hay forma de
saberlo.
_ Ni de
saber en qué tiempo o lugar de la Galaxia estamos – añadió Paula, que llevaba
el parche de la Agencia Espacial Italiana – excepto que debe ser entre la
Tierra y Alfa Centauri.
_ A
menos que el desastre nos impulsara en alguna dirección a velocidad
superlumínica como ya debíamos ir. No conozco ningún caso semejante, todo pudo
ser.
De nuevo
se originó un largo silencio. Al fin, Valentina lo rompió:
_
Recuerdo que las chalupas sintetizan su propio oxígeno y alimentos, y que hay
un retrete en algún lugar. Podemos esperar.
_
¿Esperar? ¿A qué? Ni siquiera sabemos en qué siglo estamos.
De
pronto un led verde se encendió en el tablero de control de la chalupa y una
onda portadora sonó en ella. Luego una voz distorsionada atronó la pequeña
chalupa.
_ Les
habla el comandante Ares, de la nave estelar estándar Lung Ta, de la Tierra. ¿Me reciben?
Paula se
abalanzó sobre el micrófono y oprimió la tecla:
_ ¡Sí,
sí!, afirmativo, le escuchamos. Con distorsión, pero le escuchamos.
_ Eso es
porque estamos usando la radio de juguete de mi hijo. Es el único aparato a
ondas hertzianas que tenemos aquí. Y aún suerte que la trajo para entretenerse
- ¿Tienen visual externa?
_
Negativo – respondió Paula – No hay ventanas. Espere, tenemos una pantalla de
radar.
_ ¿Un
radar? – la voz del comandante Ares pareció sonar jocosa - ¡Qué pintoresco!
Nunca he visto uno. Bien. Les vamos a atraer hacia la nave. Si notan
movimiento, no se preocupen, es normal.
_
Recibido, esperamos aquí. No hay otro lugar a donde ir.
Efectivamente,
la chalupa comenzó a adquirir inercia y volvieron a sentirse con peso, aunque
ligero. Sólo que ‘abajo’ era el extremo de la chalupa situado en dirección
contraria a la de su desplazamiento.
Los ocho
náufragos espaciales se sintieron felices de pronto. Una sonrisa de alivio
pareció desatar el nudo que se había formado en sus estómagos. Les habían
localizado pronto. No debían haber estado muy alejados de su ruta.
La
chalupa se meció durante unos minutos y luego, con un topetazo metálico, se
asentó en algún suelo. Sus ocupantes habían recuperado su peso normal a 1 G.
Unos
golpes suaves sobre la escotilla les indicaron que ya podían abrir. Sin embargo, recibieron una última
transmisión confirmándolo:
_ Aquí
el comandante Ares. Están dentro del muelle de atraque y bajo presión y
atmósfera normal. Ya pueden abrir.
Soltando
un suspiro, se miraron y todos afirmaron con la cabeza.
Woo Li
accionó el mecanismo de seguridad de la escotilla y esperaron. Tras varias
confirmaciones manuales, la portezuela comenzó a abrirse. No hubo más que un
ligero movimiento de aire: todo parecía normal ahí fuera. Se podía anular la
apertura en el último momento y la compuerta se cerraría a toda prisa, pero no
fue necesario. La atmósfera era totalmente normal y respirable.
Cuando
se hubo abierto del todo, un hombre de dos metros alargó su mano hacia ellos,
tratando de disimular la sorpresa en su rostro.
Los ocho
náufragos espacio temporales no pudieron disimularla tan bien.
El
enorme comandante Ares tenía la piel violeta, los ojos azules y orejas bastante
puntiagudas, y el resto de sus acompañantes eran similares a él.
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