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sábado, 26 de mayo de 2012

Barcelona te abduce.

La sensación que tenemos muchas de las personas que vivimos en Barcelona es que aquí nunca pasa nada.
Hay grandes eventos, es cierto. Todo muy institucional, reglamentado y ordenado.
Todo previsible y teledirigido desde las instituciones.

Hay grandes celebraciones, muchos locales de diversión, mucho de todo, y todo de pago.
Pero cosas verdaderas hay pocas. La gran revolución de #AcampadaBarcelona fue despertarnos al hecho de que seguimos vivos.
De que podemos relacionarnos con nuestros semejantes sin que medie una relación laboral o económica. De que seguimos siendo humanos.

En poblaciones más pequeñas, puedes salir solo de noche y terminar la fiesta en un grupo. En Barcelona eso es    bastante difícil. Siempre hay genios de la sociabilidad, claro, pero para quienes somos normalillos en todo, es muy difícil.
Si un día festivo te has quedado descolgado de tu grupo, lo más seguro es que termines sol@, paseando, en el cine, o como mucho, hablando con un camarero. Y hay camareras estupendas, pero yo no soy de los que hablan mucho cuando tomo mi café.

Quienes están en mi situación en esta ciudad canalla, soñamos con el día en que podamos tener relaciones amistosas con otras ciudadanas y ciudadanos de esta urbe. Es el máximo ideal de libertad. Te abre a la posibilidad de conseguir algo de sexo verdadero en el desierto de tu vida. Te abre a muchas otras posibilidades. A que pase algo.
Por eso ser de Barcelona es como no ser de ninguna parte. Uno se siente orgulloso de ello, pero a la vez, tiene la consciencia de que no tiene ningún lugar a donde volver. Un lugar donde pase algo de vez en cuando.
Por eso nos pirra viajar a otras ciudades, donde imaginamos que las desconocidas son menos desconfiadas, o más abiertas a tener experiencias diversas, o simplemente te diviertas un poco.

Por eso, a pesar de todo, nos encantan las turistas. Los turistas en general, pero las turistas en particular. Personas que están viviendo una experiencia en nuestra ciudad. Que son capaces de salir de noche y tomar copas y terminar la fiesta con un desconocido.

Ellas pueden porque no saben que Barcelona las abducirá si se quedan un par de años. Poco a poco, alevosamente.
Perderán su alegría, su pasión, su frescura. Dejarán de vivir al día y pensarán seriamente en hacerse un plan de pensiones, en tener un trabajo estable, bien pagado (que seguramente encontrarán, ya que dominan idiomas), y adquirirán el máximo valor de esta ciudad: 'el seny'. El 'seny' (traducido por 'cordura', o 'sentido común', o incluso 'prudencia'), es algo que te impide hacer locuras. Te impide dejar un trabajo mediocre por el miedo a no tener trabajo. Te impide irte de viaje sin planificar nada, lanzarte a la aventura, porque la aventura es cosa de hippies y gente 'sense seny', sin cerebro, sin sentido común.

Entonces verás en la tele películas donde personas de otras ciudades viajan a islas desiertas, o misteriosas, son raptados por extraterrestres o ligan con chicas que no conocen, y suspirarás, pensando por qué rayos te tocó a ti nacer aquí, pudiendo ser de otra parte.

Claro, tienes todos los servicios al alcance de la mano. Todo tipo de especialistas en todo, Universidades de todas las disciplinas. No has de desplazarte para ir al médico, ni para realizar trámites administrativos. Es un chollo vivir en Barcelona.
Hay de todo en Barcelona.
De todo menos alegría.
Cuando ya no puedas más, irás a una manifestación que pasará bajo tu ventana, o en la esquina donde tomas el autobús para ir a trabajar (si es que aún tienes trabajo), pitarás y gritarás.
O bien, te harás culé del Barça y podrás compartir 'el ambientazo' con miles de otras personas vestidas con los mismos colores, y la misma pasión.
¡Ah!, ahora entiendo lo del Barça.
Mira tu, tantos años, y no se me había ocurrido algo tan evidente.
Es la pasión de esta ciudad.

Una forma de estar viv@.



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